Cada 11 de febrero celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Este año está enmarcada en el jubileo del 2025, un tiempo de gracia en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”, inspirados en la carta de san Pablo a los romanos (5,5): «La esperanza no defrauda». Esta jornada de oración por los enfermos, fue instituida en 1992 por san Juan Pablo II, en la festividad litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, con el objetivo de sensibilizar a las personas para que sean solidarias con los enfermos, acompañándolos en su padecimiento, llevándoles alivio y caridad cristiana. El Papa Francisco nos recuerda que, todos los que asisten a los que sufren en la enfermedad, tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» ( Bula Spes non confundit , 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los centros hospitalarios donde se encuentren, estimulando y animando ...