Un Espejo para el Plan Diocesano de Pastoral
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El ideal de la "comunidad de comunidades" es un espejo para nuestra planificación pastoral. A la luz de este ideal podemos escudriñar y juzgar todas nuestras actividades pastorales, al preguntarnos ¿Esta actividad pastoral contribuye a construir una comunidad eclesial más viva y participativa, o por el contrario favorece la pasividad, la comodidad, la no-participación, el prestigio y el poder? En efecto, este ideal comienza con la "Iglesia doméstica" para configurarse la asamblea de cristianos de un vecindario, cuya unión forma "una pequeña comunidad cristiana o comunidad ecclesial de base". De este modo la parroquia -la gran comunidad- está constituida por diversas comunidades cristianas, que son la vivencia de lo que es ser cristiano dentro de la Iglesia. "Esla célula viva de la parroquia, entendida ésta como comunión organica y misionera. la CEB en sí, ordinariamente integrada por pocas familias, está llamada a vivir como comunidad de fe, culto y de amor: ha de estar animada por laicos, hombres y mujeres adecuadamente preparados en el mismo proceso comunitario; los animadores han de estar en comunión con el párroco respectivo y el obispo... Son un signo de vitalidad de la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, un punto de partida válido para la nueva sociedad fundada sobre la civilización del amor" (Santo Domingo 61). Por eso la parroquia viene a ser "la gran comunidad conformada por comunidades más pequeñas", donde hay comunión de fe y vida, de celebración y ayuda, y de compromiso por construir el Reino en este mundo. Las raíces de esta Iglesia están en la comunidad cercana, donde hay un trato personal, cercano y permanente, es decir, donde las personas, viven la mayor parte de su vida. Las personas se reúnen una vez a la semana o cada dos semana, en sus hogares, en la calle, grutas o en algún espacio común de la comunidad. Estos miembros de pequeñas comunidades cristianas usualmente turnan el lugar de reunión para que cada uno tenga la posibilidad de hospedar al grupo en su casa. Por eso le llamamos "Casita de Oración". El propósito de sus encuentros es compartir en asamblea convocada, para dar gracias, cantar, alabar a Dios y colocar frente a Dios las necesidades. A través de la reflexión conjunta y compartiendo, ellos se encuentran con la persona de Jesús. Ellos cada vez sienten más la presencia del Resucitado en medio de ellos y en cada uno de ellos, al compartir regularmente la Palabra de Dios, la Liturgia de las Horas, o bien, la meditación fraterna, de los misterios de Cristo, con el santo Rosario. Los miembros de una pequeña comunidad cristiana se preocupan por las necesidades del prójimo. ellos, se esmeran porque los que están solos, enfermos o empobrecidos experimenten el amor del Señor a través de sus discípulos. Ellos participan en los asuntos de la comunidad, ciudad o pueblo, ya que quieren poner en práctica el amor que han recibido de Cristo a través de los demás. cada comunidad está unida a su parroquia, y por ende a la Iglesia Universal. de ahí que las comunidades sienten obligación y la necesidad de ayudarse y vivir la comunión. En este orden de ideas, Monseñor Ovidio Pérez Morales, en su libro Renovación eclesial a la luz del Concilio Plenario de Venezuela. Diez puntos clave, transcribe lo que dice al respecto el propio Concilio: "El párroco, con el consejo pastoral parroquial, asegure el acompañamiento permanente a las pequeñas comunidades a través de los diáconos, religiosos/as y ministros laicos. Este acompañamiento será a la vez cualitativo y fraterno, de modo que se asegure un flujo comunicacional bidireccional, y así ambas instancias sean enriquecidas (ICM 173). Las pequeñas comunidades cristianas busquen formas de organización comunitaria y creen consejos o equipos de animación y coordinación que garanticen la convocatoria, acogida y mutuo acompañamiento para la personalización de la fe, para el servicio de la caridad, para la superación de los conflictos y otras necesidades comunitarias (ICM 175). Las pequeñas comunidades cristianas, por su cercanía a las angustias y esperanzas de la gente y por su pertenencia, especialmente, al mundo de los más necesitados, sean lugares de acogida y solidaridad con los excluidos (...) generen, en la medida de sus posibilidades, servicios pastorales que garanticen su crecimiento y su incidencia en el entorno, en comunión con la parroquia (ICM 176-177). Aparecida expresa que “una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano” es pertenecer a una comunidad concreta en que se pueda vivir “una experiencia permanente de discipulado y de comunión” (DA 156). Una experiencia de cálida fraternidad, de real cercanía, como la vivida por la primera comunidad de Jerusalén a raíz de Pentecostés (cf. Hch 2, 42-47 y 4, 32-35). Una experiencia que responde a la dinámica de la Iglesia-comunión y a retos como los del anonimato urbano, de las tendencias a la impersonalidad y funcionalización instrumental de las relaciones sociales, a la privatización de la fe, al imperio de lo genérico y colectivo sobre lo comunional en la convivencia humana. Los movimientos eclesiales juegan un importante papel evangelizador y han de insertarse, con sus matices (organización, carismas, potencialidades) propios, en el tejido de la comunión. La espiritualidad de comunión –sobre ésta, orienta ampliamente el Concilio Plenario en el documento 2 La comunión en la vida de la Iglesia en Venezuela (cf. CVI 41-57)– ha de animar todas estas formas y estructuras, para que sean signo e instrumento efectivos de una Iglesia “Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu (cf. LG 17)". No obstante, la Iglesia como comunidad de comunidades es un ideal que jamás se logrará por completo, pero el horizonte tras el que que tenemos que caminar juntos; es nuetra aspiración, que sabemos se va haciendo realidad poco a poco, pero será definitiva en la consumación de la historia, donde Cristo será todo en todos. Además es una medida en la cual podemos medir todos nuestros programas pastorales. Pbro. Alberto Quevedo Vicario de Pastoral |